Pero, pase lo que pase, me importa lo que pueda pasar a continuación. Mientras escribo estas líneas o, incluso, al acabar de publicar esta entrada.
Hago balance de todo y me intento poner en el lugar de cada niño o niña, pequeño o incluso crecido, que tristemente esté pasando por su peor pesadilla.
Es una pena sinceramente que eso suceda. Me he preguntado a lo largo de mi juventud, y más aún haciendo este difícl y duro blog, que demonios se les pasará por la cabeza a todos esos desgraciados que se hacen llamar padres, o tutores, o incluso en ocasiones otros niños mismos que se dedican a amargar a otros (bullying, acoso en el aula...).
Y espero que todos esos niños que han sufrido algún tipo de abuso o que lo estén sufriendo ahora mismo, puedan liberarse de ese inmerecido tormento y llegar a ver la luz al final túnel.
Si tuviera enfrente mío a alguno de esos pobres pequeños, le diría que dejase de llorar.
Le diría que no tuviera más pena ni culpa en su interior.
Le diría que no está solo, pese a que le pueda parecer ya nadie camina a su lado por la calle.
Le diría que frenase su sufrimiento.
Le diría que intente alejarse por todos los medios de esas malditas y asquerosas garras de ese horrible lugar, disfrazado de hogar, y que pidiera ayuda para que comenzase otra vez.
Le diría que no tuviera miedo, que eso es posible, y que seguro tendría toda la ayuda que necesitase.
Le diría que se armara de valor y que emprendiera su camino hacia una nueva (y mejor) vida, mientras el justiciero sol naciente baña su cara y limpia sus cicatrices y su pena.
Por una infancia feliz...
Por una vida feliz...
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